Es habitual que cuando se trata de fomentar en nuestros hijos un comportamiento adecuado a nuestras exigencias, nos centremos en aprender y aplicar, a veces sin saberlo, técnicas de modificación de conducta como lo son el reforzamiento, el castigo o el modelado, entre otras.

Si bien es cierto que un conocimiento sólido de estas técnicas y de cómo aplicarlas nos va a facilitar que podamos controlar el comportamiento de nuestros hijos, no son suficientes para lograr una mejora global de su comportamiento. Para ello, es esencial que entre padres e hijos exista una relación sana, en la que la confianza y la comunicación son fundamentales.

Por ello, os proponemos un programa articulado en cinco pasos que os ayudará a mejorar el comportamiento de vuestros hijos, así como vuestra relación con ellos, retroalimentándose entre sí el progreso en ambos aspectos.

Paso 1:  Prestemos atención a nuestros hijos

El primer paso consiste en dedicar cada día unos minutos a pasar un rato agradable con nuestros hijos.

Si el niño  es menor de 9 años, le anunciaremos que vamos a pasar unos minutos juntos y ese será vuestro “tiempo especial”  (15-20 minutos es suficiente). Cuando sea el momento, le avisaremos de que el “tiempo especial” ha llegado y le preguntaremos a qué quiere jugar.

Si es mayor de 9 años no hará falta acordar este tiempo. Simplemente buscaremos un rato en el que él esté jugando y nos uniremos a él, interesándonos por lo que hace.

Mientras tanto, no tratemos de dirigir ni controlar la actividad, sino que nos limitaremos a observar e intentar entender en qué consiste su juego.

Pasado un rato, podemos comenzar a demostrar interés y atención describiendo lo que hace pero sin hacer preguntas, correcciones o tratar de ayudarle (a no ser que nos lo pida).

También podemos realizar algún comentario de aprobación y así aprovechar para reforzar conductas deseables. Para ello debemos estar atentos a estas conductas, ya que es posible que nos pasen desapercibidas. Algunos ejemplos de estas conductas son: jugar en silencio, jugar de forma ordenada (sin causar el caos en la habitación), recoger un juguete para jugar con otro, tratar con cuidado a los juguetes, etc.

Si el niño comienza a portarse mal, trataremos de ignorarlo mirando a otro lado. Si continúa, le advertiremos sin alterarnos que, por hoy,  no jugaremos más con él y le indicaremos las razones de la forma más concreta y clara posible. Nos levantaremos y saldremos de la habitación, para volver a intentarlo al día siguiente.

Paso 2: Usemos la atención para mejorar el comportamiento de nuestros hijos

Ahora que tenemos un poco más de práctica a la hora de prestar atención a las conductas deseables de nuestros hijos, vamos a generalizar esta atención a aquellas situaciones en las que nuestro hijo siga órdenes o instrucciones dadas por nosotros de forma adecuada.

Cuando demos una orden, no nos iremos del lugar, sino que nos quedaremos a ver cómo la cumple y reforzaremos esa obediencia con comentarios como “me encanta cuando…”, “que orgulloso estoy de ti cuando…”, etc.

En este momento, lo importante es que nuestro hijo nos obedezca, no que haga bien lo que le indicamos: lo importante es que recoja su habitación, por ejemplo, no que lo haga excelente.

Debemos prestar atención a todas las cosas que haga bien para tratar de reforzar esas conductas e identificar aquellas órdenes que le cueste seguir para intentar  animarle a hacerlo, mostrando que confiamos en que lo hará bien.

Además, es importante que busquemos aquellos momentos en los que no esté muy ocupado y pedirle pequeños favores varias veces al día (“¿me pasas el mando de la tele?”, “¿te importa echarme una mano doblando esta sábana?”,  etc.). De esta forma, lo que estaremos haciendo será aumentar las oportunidades de que pueda obedecer y, así, tendremos la posibilidad de proporcionar refuerzo más habitualmente.

Adrián Pérez

Psicólogo