En la primera parte de este artículo se introducían una serie de pasos u orientaciones para lograr una mejora de la convivencia en el hogar ya que, en muchos casos, esta se ve afectada cuando uno de nuestros hijos presenta un diagnóstico de TDAH.
Antes de continuar con nuestra lista de orientaciones, conviene hacer hincapié en que para lograr que nuestros hijos se comporten adecuadamente no es suficiente con administrar refuerzos y castigos, sino que es fundamental una dinámica familiar en la que existan momentos de calidad en familia y en la que los niños se sientan escuchados y libres de expresarse (dentro de los límites del respeto), en la que se les permita equivocarse y aprender de sus errores y en la que puedan asumir la responsabilidad de sus acciones, entre otros aspectos.
Ahora sí, continuamos con nuestras orientaciones para lograr una convivencia saludable:
Cuarto paso: estructuramos las rutinas diarias
Una de las características de los niños con TDAH es su rigidez cognitiva, es decir, estos niños suelen presentar dificultad para modificar una conducta inadecuada (y por tanto, perseveran en ella) a pesar de no ser eficaz para lograr un determinado objetivo (es lo que les lleva, por ejemplo, junto con la falta de atención, a cometer el mismo error continuamente en los deberes de matemáticas).
La rigidez también se observa en la dificultad que presentan para adaptarse eficazmente a cambios en planes o rutinas, reaccionando frecuentemente ante estas situaciones con enfados o explosiones de ira (“¡me dijiste que a las 17:00 iríamos al parque y son las 17:05!”, “¡No quiero ir a casa de los abuelos, me dijiste que iríamos mañana!”).
Para evitar estas situaciones conviene estructurar las actividades diarias fijas (horario de estudio/ deberes y actividades extraescolares) y también, en la medida de lo posible, anunciar con antelación si se deberá realizar un cambio en uno de los planes que habíamos hecho.
Ahora bien, los imprevistos son algo muy frecuente en la vida de cualquiera (nuestro hijo se ha puesto enfermo en el colegio y debemos ir a recogerlo, ha habido una urgencia en el trabajo, etc.), por lo que ser capaces de adaptarse a ellos y reaccionar de forma adecuada es muy importante.
Por eso, si observamos que nuestro hijo presenta cierta dificultad para adaptarse adecuadamente a los cambios en las rutinas o para modificar una conducta a pesar de comprobar que tiene consecuencias negativas, quizás deberíamos comenzar a trabajar esta rigidez.
Una forma sencilla de hacerlo es introducir pequeños cambios en las rutinas diarias o imprevistos, ayudarle a calmarse si esto le inquieta y buscar con él posibles soluciones o alternativas. Esto mejorará su flexibilidad cognitiva, logrando una mayor capacidad de adaptación a los cambios (y reducirá sus enfados en este tipo de situaciones).
Quinto paso: enseñamos habilidades de solución de problemas
Cuando estamos ante un conflicto o problema, generalmente seguimos una serie de pasos (aunque no nos demos cuenta), que nos guían desde la identificación del problema hasta su resolución.
Con frecuencia, los niños con TDAH presentan dificultades a la hora de resolver problemas ya que, muy a menudo, no se paran a pensar cuál será la causa del problema (si no sabemos por qué tenemos un problema, no podremos encontrar una solución adecuada), no barajan distintas posibilidades a la hora de actuar para resolverlo, tratan de resolver distintos problemas mediante el mismo procedimiento, etc., y es por eso que nosotros, adultos de referencia para ellos, debemos ser modelos saludables a la hora de resolver problemas o conflictos.
Una manera de enseñarles a resolver problemas adecuadamente es verbalizar (hablar en voz alta) los pasos que seguimos para solucionar determinados inconvenientes que puedan surgir cotidianamente. Por ejemplo, podemos aprovechar la situación en la que nos disponemos a ver la televisión pero no encontramos el mando a distancia para ser modelos de resolución de problemas. Para ello, iremos diciendo en alto los pasos que seguimos para la difícil tarea de encontrar el mando (p. ej.: “en primer lugar, iré a ver si está en su sitio; ya que no está, pensaré en donde suele estar cuando esto sucede; tampoco está aquí, quizás alguien se lo haya llevado por equivocación a otra habitación”). Esto puede parecer ridículo, pero si aprovechamos algunas de estas situaciones para enseñarles a nuestros hijos cómo resolver problemas, aprenderán que es más útil pararse a pensar un momento y buscar causas y
soluciones posibles, que montar en cólera y hacer lo mismo de siempre (con el mismo resultado).
Adrián Pérez
Psicólogo
BIBLIOGRAFÍA
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Terrón, Á. (2019). TDAH. Estrategias para impulsar el desarrollo integral (1. a ed.). CEPE.