Ahora que ya hemos captado vuestra atención vamos a centrarnos en lo que queremos hablar en este artículo bajo la idea de “aprender a discutir”. Casi cada día se discute por algún motivo y a veces en más de una ocasión, pues ya sea porque alguien ha aparcado en la entrada de tú garaje, porque tu hijo/a no te escuchaba porque estaba ensimismado jugando a la play, porque tu pareja se ha olvidado de hacer un recado para ti, y un largo etcétera.

En todas estas situaciones la raíz del problema es diferente y, como pasa en el día a día, las discusiones pueden originarse por diferentes motivos: poque nos encontramos irritables, porque nos cuesta aceptar las críticas y opiniones diferentes a las de uno/a mismo/a o por la propia convivencia.

Es normal que existan discrepancias, y aunque no resulte agradable siempre van a existir, siendo importante que estas sean expuestas a la otra persona para poder llegar a un equilibrio o solución. Así pues, conseguir esto es esencial aprender a discutir.

Nos gustaría aclarar que discutir no es salirse con la suya, ni tampoco tener la última palabra o tener una atención selectiva a lo negativo. Más bien es escuchar y reflexionar del motivo principal para dar una respuesta que pueda ajustarse al problema y buscar una solución. Efectivamente este proceso es complicado porque cuando percibimos que se avecina una discusión ya sin darse cuenta sale el escudo de “ponerse a la defensiva”, que lo único que hace es proteger de cualquier comentario que no resulte adecuado, sin ni siquiera escucharlo y comenzar a reprochar de forma hostil y sin sentido.

Cinco estrategias para tener una discusión constructiva:

  • La primera estrategia se llama banco de niebla. Tal y como un nombre indica, consiste en dar una parte de la razón a esa persona (bien porque pueda haber cierto grado de veracidad en lo que dice o para no entrar en una batalla sin sentido), dejándolo en el “aire”, para luego explicar el punto de vista de uno/a mismo/a.
  • La segunda estrategia es el disco rayado. Seguramente a más de uno/a le ha pasado ir en el coche y que el disco que estabais escuchando estaba rayado y lo único que podíais escuchar era la misma palabra una y otra y otra y otra vez (hasta que pasáis de canción). Pues es algo parecido en las discusiones, ya que se trata de repetir constantemente, de forma tranquila y calmada, la propia opinión, obviando las posibles provocaciones que incrementen la intensidad de la discusión.
  • La tercera estrategia es la pregunta asertiva. Para poder usar esta estrategia es indispensable escuchar pacientemente el motivo de la discrepancia para convertir la crítica de la otra persona en una pregunta y conocer así cuáles son los motivos o argumentos que le llevan a realizar esa crítica.  
  • La cuarta estrategia es la desviación. Con ello queremos referirnos a desplazar el foco de atención y relevancia del tema principal de la discusión al análisis de lo que está ocurriendo en ese momento, es decir, como si se estuvieran viendo las dos personas desde fuera.  
  • La quinta y última estrategia es el aplazamiento asertivo. Se trata de de aplazar la discusión en el momento de máxima alteración o enfado, tanto por parte de la otra persona como de uno mismo, para otro momento más calmado.

En definitiva, las discusiones son inevitables en nuestro entorno porque todos tenemos una interpretación y opinión propia de las cosas que nos suceden a nuestro alrededor. Por ello, es importante disponer de estrategias adecuadas que permitan afrontar lo más adaptativamente estas situaciones.

Ana Dieguez

Psicóloga