Es frecuente que, cuando en un mismo hogar conviven más de un hijo, existan conflictos entre ellos, llegando esto a ser una fuente importante de malestar en casa, debido al desgaste que produce gestionar o controlar estas disputas y la tensión que estas crean entre los integrantes de la familia.
Antes de comentar una serie de pautas que ayudarán a controlar y disminuir la frecuencia de estos conflictos entre hermanos, cabe mencionar algunos aspectos que conviene tener en cuenta:
- Los conflictos entre hermanos son algo “normal” y, por tanto, esperable.
- Los motivos de estas peleas no suelen estar relacionados con una intención hostil, sino más bien con alguna ganancia. Es decir, estas disputas suelen reportar, al menos a alguno de los hermanos, un beneficio (normalmente, la atención de los padres). Otro de los motivos más habituales son los celos.
Una vez que tenemos claro que aquello a lo que nos enfrentamos es prácticamente inevitable, se comentan a continuación una serie de pautas que nos servirán para controlar o manejar adecuadamente estos conflictos.
Pautas para manejar los conflictos
- ¿Qué estamos reforzando?
Es muy frecuente que solo dediquemos nuestra atención a nuestros hijos cuando estos se comportan mal y que no lo hagamos cuando estos, por ejemplo, juegan entre ellos sin crear conflictos, obedecen nuestras órdenes, etc., lo cual aumenta, aunque no lo deseemos, la frecuencia de esas conductas disruptivas. Es por eso que debemos cambiar nuestro enfoque y comenzar a prestar atención a nuestros hijos cuando se “portan bien”, aplicando algún refuerzo (además de la mera atención), como un comentario amable, una caricia, etc., e ignorar aquellas conductas disruptivas leves, lo cual favorecerá que disminuyan y lleguen a desaparecer.
- Evitemos las comparaciones
Esto solo fomenta los celos y la competición entre hermanos. Es bueno evitar comparaciones tanto en los comportamientos (obedecer alguna orden, pedir algo “por favor”, dar las gracias, etc.) como en sus habilidades (destrezas de carácter deportivo, buenas notas académicas, etc.).
- Fomentemos la empatía
Es importante que los niños sean capaces de ponerse en el lugar de los demás. Cuando uno de los hermanos agrede o insulta a otro, trataremos que reflexionen sobre los efectos que ese comportamiento tiene en el otro. Podemos preguntarle cómo cree que se siente ahora su hermano y cómo se sentiría él mismo si su hermano se comportase con él de la misma forma, qué alternativas ha tenido y puede llevar a cabo en futuras ocasiones, etc.
- Dar ejemplo
De nada nos sirve decirles a los niños que no se peleen o no se insulten si es algo que nosotros hacemos con frecuencia: con nuestra pareja, cónyuge u otro familiar, con algún compañero de trabajo por teléfono, etc. Es muy importante tener en cuenta que el modelado o aprendizaje por observación es una forma de aprendizaje muy potente, por lo que es buena idea tratar de solucionar nuestros problemas de la misma forma que les pedimos a ellos que los solucionen.
- Durante la pelea:
Lo primero que podemos hacer cuando se estén gritando o insultando es actuar con calma y no gritarles nosotros, pues no queremos enseñarles que los problemas se resuelven gritando. Les separaremos y solo cuando estén calmados hablaremos con ellos para saber el motivo de la pelea. Luego les volveremos a dar la oportunidad de jugar juntos sin pelearse.
- Cuando no se pelean:
A todo niño le gusta que sus padres le digan lo bien que hace algo, así que trataremos de reforzarlos por lo bien que lo hacen cuando no están peleándose. Podemos destacar que nos gusta mucho verlos así y sonreírles, por ejemplo. Este tipo de refuerzos son mucho más eficaces y duraderos, si lo que deseamos es aumentar la frecuencia de alguna conducta, así que trataremos de aprovechar cualquier ocasión para premiarlos de esta forma.
- Fomentemos el cariño entre hermanos
Es recomendable que realicen tareas cooperativas entre ellos o con toda la familia. Los juegos de mesa por equipos o actividades al aire libre son una buena opción.
- Dejad que resuelvan sus conflictos entre ellos
Que existan conflictos entre ellos es algo normal, tal y como se apuntaba más arriba. Solo hay que intervenir cuando no saben resolverlo solos o los están resolviendo de una forma poco saludable: es recomendable no implicarnos en el conflicto salvo que haya agresiones. Por tanto, observaremos permitiendo que aprendan a solucionar sus diferencias. En el caso de que veamos que no son capaces de llegar a un acuerdo, les propondremos alternativas, pero intentaremos no imponer ninguna de ellas.
Adrián Pérez
Psicólogo